jueves, 21 de febrero de 2008

Falacias sobre la distribución del ingreso

Mauricio Ríos García

El economista catalán Xavier Sala-i-Martin, doctorado en Harvard y profesor de la Universidad de Columbia, es una de las máximas autoridades en cuestiones de crecimiento, desarrollo económico y de la reducción de la pobreza en sí. Hoy, esta columna se apoya en uno de sus trabajos expuestos en la Fundación de Altos Estudios Sociales (FAES), de Madrid, el pasado 2005.

Hablar sobre la distribución del ingreso es también hablar sobre la constante y recurrente retórica que insiste en "lo mal que va el mundo por la globalización neoliberal salvaje". Es así como los personajes comodones ideólogos de escritorio del Socialismo del Siglo XXI, como Ignacio Ramonet, Noam Chomsky y otros que de vez en cuando caminan la ciudad de La Paz, repiten invariablemente que "el avance dramático de la globalización neoliberal va acompañado de un crecimiento explosivo de las desigualdades y del retorno de la pobreza, y que si tomamos el planeta en su conjunto, las 358 personas más ricas del mundo tienen una riqueza superior a la renta del 45% más pobre".

¿Riqueza superior a la renta?

Así como las manzanas y las peras no son lo mismo, riqueza y renta son cosas totalmente distintas. Resulta ser que la riqueza es un conjunto de bienes, derechos y obligaciones que generan renta y la renta aumenta la riqueza, por lo que la renta es un flujo que refleja la variación en el tiempo de dos niveles de riqueza. Así pues, "la renta es el ingreso que obtiene el propietario de un bien mueble o inmueble a cambio de una cesión perpetua o temporal de dicho bien".

¿Crecimiento explosivo de las desigualdades? ¿Culpa de la "globalización salvaje neoliberal"?

Construyendo una distribución mundial de la renta, ajustados por el poder de paridad de compra e inflación (un término al que los economistas recurren para señalar que consumir en Londres no es lo mismo que hacerlo en Cochabamba), y su evolución en el tiempo, Sala-i-Martin observa la situación del conjunto de la humanidad más pobre en 1970 y la compara con la de 1980, 1990 y 2000. ¡Sorpresa! En este último año se observa que la pobreza se redujo en un tercio desde el primer año, época de Mao Zedong, máximo líder del Partido Comunista de China.

Valga aclarar que tasas de pobreza y número de pobres tampoco son lo mismo, sin embargo lo que se pretende es reducir ambos con cada día que pasa, pues curiosamente, hasta 1980, el número de pobres aumentaba, pero a partir del momento en que la "globalización neoliberal salvaje" empieza a manifestarse con más claridad y a hacerse cada vez menos evitable, y cuando China comienza con el proceso de liberalización de su economía, la pobreza baja de 1.200 millones a menos de 800 millones de habitantes.

¿Es necesariamente mala la diferencia de rentas?

Reducir la brecha entre ricos y pobres no es tan importante como reducir la pobreza, ¿no es cierto? Existe gente a la que le incomodan las desigualdades, y lo peor que le puede pasar es que el vecino se compre un automóvil del año. Este es pues el prejuicio sobre el que se construye toda la posición absurda que no nos permite avanzar hoy, de quienes nostálgicamente replantean las posiciones de los años setenta o de muchísimo antes, y que obvian el paso de tiempo, la evolución de la ciencia y los nuevos enfoques sobre la pobreza.

Con la evidencia que Sala-i-Martin construye, vemos que los ideales del mal llamado Socialismo del Siglo XXI, no son más que un enorme edificio construido con naipes que se fundan en el hábito del engaño, aunque hábilmente edificado.

Así como no todo lo que brilla es oro, no todo intelectual es ideólogo y no todo ideólogo es intelectual.

riosgarcia.blogspot.com

domingo, 3 de febrero de 2008

Evo, no le mande más coca a Chávez

Ciudadano presidente Evo Morales: aprovecho su visita a Caracas para escribirle estas breves líneas motivado por las declaraciones de su colega presidente, el "hermano Hugo", en las que públicamente reconoce el consumo de coca todas las mañanas. "Yo mastico coca todos los días en la mañana y miren como estoy. Evo me regaló, así como Fidel me manda helados Copelia y muchas otras cosas que me llegan frecuentemente de La Habana, Evo me manda pasta de coca" (sic).

Para serle sincero desde hace rato tenía ganas de escribirle pero no encontraba el ánimo y esta confesión del presidente ha derramado el vaso de mi paciencia y vencido todas mis resistencias anteriores.

¿Cómo le explico? Con frecuencia las televisoras imperialistas y lacayas de la CIA lo muestran a usted, emocionado, celebrando una nueva ayuda monetaria de su hermano presidente venezolano. En una oportunidad lo vi eufórico blandiendo un cheque en sus manos y anunciándole a la audiencia que se trataba de otro regalo de Hugo Chávez. Muchas veces, con estupor, los venezolanos nos enteramos de los aportes que usted recibe para construir viviendas, para construir o acondicionar instalaciones deportivas o, más recientemente, la recepción de una importante cantidad de motocicletas de muy buena cilindrada para operaciones policiales en su país.

Le ruego no vaya a pensar que me mueve alguna mezquindad o algún resentimiento: es constitutivo de nuestro ser nacional, presente en las tradiciones comunitarias de nuestra cultura indígena y africana, con elevadas cotas en la entrega y el desprendimiento de nuestros padres libertadores comprometidos en la independencia de todo el continente americano, la vocación de asistencia y de solidaridad. Además, permítame confesarle, antes de que usted fuera presidente le tenía estima; aunque difería de su conducción política, reconocía que su candidatura encarnaba la reivindicación de un pueblo y de una cultura ancestralmente maltratada y excluida.

Sin embargo, le ruego no lo tome a mal, verlo de presidente en esa actitud tan sumisa, tan económico dependiente ante Chávez, ver como su hermano Chávez lo toma del hombro y lo muestra como "su cachorrito", el indio Evo, me resulta absolutamente chocante.

Pero volvamos a lo nuestro. Señor presidente Evo, junto con la ineficiencia, el burocratismo y la corrupción, uno de los males más terribles que azota a los venezolanos es el problema de la inseguridad. En nuestro país cada media hora asesinan a un venezolano y en lo que va de gobierno de su hermano presidente Chávez, son más de cien mil las víctimas de la violencia callejera; para nuestra desgracia, Venezuela ostenta uno de los más altos índices de muertes por armas de fuego y, para colmo de males, presidente Evo, de cada cien homicidios 90% permanece impune. ¿Qué cree usted, señor presidente, que siente un venezolano cuando oye la noticia o ve en el periódico la foto del contingente de motos que su hermano presidente le regaló para que combata la delincuencia en Bolivia?

No sé, señor presidente, si usted ha sido informado por el personal de su embajada de la cantidad de graffitis en paredes venezolanas que claman "Mira Chávez, yo también soy boliviano". Sin embargo, presidente Evo, a pesar de este poco diplomático desahogo no pretendo reprocharle que acepte para su pueblo necesitado los regalos de su hermano presidente.

No es usted el único que asiste emocionado a la piñata construida con dinero ajeno en que se ha convertido el erario nacional y que aprovecha la eufórica regaladera del mandatario venezolano. Y, hablando de euforia, este es el tema de fondo al que me quería referir y pedirle un favor en relación con los envíos que dice él usted hace frecuentemente, entiendo, en retribución por el desinteresado apoyo de Venezuela a su gestión de gobierno. Sin embargo, visto que el presidente Chávez confiesa "Yo mastico coca todos los días en la mañana y miren como estoy (sic)" y lo que vemos los venezolanos es a un presidente exaltado que no para de hablar, que insulta y amenaza a nacionales y extranjeros, que denuncia diarios magnicidios, que todos los días está en la televisión, que pretende "pequeñas enmienditas" para perpetuarse en el poder cuando en diciembre el pueblo venezolano rechazó su propuesta reeleccionista, le ruego presidente, se lo ruego de verdad, que no le mande más coca al presidente Chávez. Decimos en criollo, bueno es cilantro pero no tanto.

Opinión
Oscar Lucien
El Nacional